Publicado el Jueves 12 de Abril de 2012 http://elmuertoquehabla.blogspot.com/2012/04/el-14-de-abril.html
El peor dÃa de la guerra sucia
PolicÃas y militares del Batallón Florida rodean la manzana donde vivÃa el matrimonio Martirena que desarmados los ejecutan.
El primer juez de la causa y un capturado recuerdan la peor jornada de la historia moderna. Hoy la Justicia vuelve a indagar el asesinato del matrimonio Martirena.
ALEJANDRO PÉREZ
"Vamos ocho a cuatro y ganamos nosotros". David Cámpora escuchó con resignación el irónico parte del dÃa anterior de la boca de un soldado.
Estaba tirado en una cama del Hospital Militar después del momento más duro de la guerra sucia. En ocho horas habÃan muerto 12 personas, ocho del lado guerrillero, cuatro del otro bando. Hubo también seis detenidos y siete heridos.
Cámpora era jefe financiero de los tupamaros. Estaba libre desde el escape masivo de Punta Carretas en 1971. En los últimos meses, el MLN habÃa concentrado en atacar los escuadrones de la muerte. El secuestro del fotógrafo policial Néstor Bardesio les permitió conformar una lista de sus cuadros. Bardesio delató a Armando Acosta y Lara, Oscar Delega, Hugo Campos Hermida, Ernesto Motto y VÃctor Castiglioni. Los cinco serÃan ejecutados en tres dÃas consecutivos de abril.
Desde febrero, David Cámpora y Eleuterio Fernández Huidobro vivÃan en un escondite (berretÃn, en la jerga tupamara) armado en el hogar del matrimonio Martirena-Giménez en Amazonas 1440.
El 14 de abril la estadÃa clandestina iba a terminar de manera abrupta. A las 13:55 oyeron por la radio de alta frecuencia que la PolicÃa andaba cerca. Afuera habÃa dos camiones del Batallón Florida con 40 soldados al mando del capitán Carlos Calcagno y policÃas liderados por el comisario Hugo Campos Hermida. Un helicóptero interrumpió la tranquilidad de MalvÃn.
Cinco minutos después, llovió fuego de artillerÃa durante varios minutos. Las balas atravesaron la pared de la finca y dieron en el berretÃn armado por Cámpora y Huidobro, situado entre el cielorraso y el techo de la casa. Un impacto dio en el cuello de "El Ñato" Huidobro. El dueño de casa gritó: "no estamos armados, no disparen". El escribano Luis Martirena militaba en el sector legal del Movimiento de Liberación Nacional.
Pocos segundos más tarde se escuchó otra ráfaga y el quejido mortal de Martirena en el primer piso. Su esposa habÃa caÃdo en el comedor. Las Fuerzas Conjuntas entraron a la casa y la vaciaron como si fuera una mudanza. Un rato después, llegó el juez en lo criminal Daniel EcheverrÃa. Pidió para hacer una inspección ocular.
Por pura casualidad, el comisario Bergeret encontró en el placar del baño la entrada al berretÃn. Tanteando el techo pudo levantar con facilidad una tapa de 70 kilos que Cámpora olvidó trancar por socorrer a Fernández Huidobro.
Pensaron que les habÃa llegado su hora. "Yo trataba de no moverme, pero temÃa que el ruido de las tripas me delatara", dice Cámpora, 35 años después.
La PolicÃa no sabÃa aún el tesoro que habÃa encontrado. Fernández Huidobro sà se dio cuenta del peligro que estaba corriendo. Dio la orden a Cámpora de entregarse. Herido y con un hilo de voz, le dijo a su compañero: "gritá que somos dos y que estamos desarmados".
Cámpora no estaba convencido."Gritá, las pelotas", pensó. "A mà de acá me sacan muerto". Igual, dejó los dos chumbos en el suelo. Pensaba fugarse por el fondo, pero el estado de "El Ñato" hacÃa imposible el plan. SabÃa que ninguno de los dos saldrÃa con vida.
Sin la ayuda de Cámpora, Fernández Huidobro cantó rendición. Primero pidió por el juez y después por Campos Hermida. Ambos estaban allÃ.
Campos Hermida se vanagloriaba de ser uno de los integrantes de las Fuerzas Conjuntas que no practicaba apremios fÃsicos. Ese dÃa dio garantÃas y cumplió el deseo de alto al fuego pedido por "El Ñato", a quien conocÃa de otra tragedia: el asalto de Pando. En 2004, el policÃa confirmó la historia al semanario Brecha .
El ex tupamaro Cámpora tiene otra teorÃa sobre la caballerosidad del policÃa: "Campitos era totalmente comprable. A la hora de una futura fuga iba a ser pieza clave. Además, se sintió amenazado por la organización. SabÃa que estaba en nuestra mira por integrar los escuadrones. Cuidando nuestro pellejo, cuidaba el suyo".
Sin muchas opciones, los dos capturados bajaron las escaleras. "El Ñato" le dio un fajo con 29.400 dólares al juez y le dijo: "me los pagó una periodista francesa a cambio de un reportaje".
Luego Huidobro abrazó a Cámpora. "Bueno, hermano, esta vez zafamos", le dijo y se desmayó. TenÃa un gran agujero en el costado izquierdo de la garganta. Su piel estaba de color gris por la pérdida de sangre.
"El Ñato" y Cámpora zafaron. Los Martirena no pudieron. Ivette Giménez yacÃa en la cocina. TenÃa el mentón hundido, como si se lo hubieran aplastado con un pisotón. En un corredor de la planta alta, estaba el cuerpo del escribano Martirena. SostenÃa una metralleta.
El juez EcheverrÃa dudó de la forma en que estaba colocada el arma y miró a Campos Hermida. "Eso es todo, doctor", respondió el policÃa. El forense Guaymirán RÃos constató el fallecimiento de Martirena.
HabÃa un gran nerviosismo en la casa. Los policÃas y militares estaban todos de civil con brazaletes amarillos. Cámpora recuerda oficiales fumando marihuana y bromeando entre ellos. También recuerda los ojos oscuros de dos policÃas que los custodiaban. "Estaban prontos para limpiarnos", cuenta Cámpora.
El juez EcheverrÃa recrea el clima a su manera: "los agentes parecÃan fuera de sÃ, gritaban como locos, gritaban cualquier cosa. El odio que se respiraba en esa casa podÃa palparse. Yo pensé que no salÃamos vivos. Se estaban matando entre ellos y nosotros estábamos en el medio", asegura.
La vida no valÃa nada
Huidobro y Cámpora coinciden: el juez de Instrucción les salvó la vida con su sola presencia. Dice Cámpora: "Si EcheverrÃa no hubiera estado allÃ, no sé si no nos pasaban por los dientes. Era relativamente fácil. Bastaba declarar: `tupas asediados iniciaron tiroteo y..`.".
El juez también piensa lo mismo: "creo que si no estábamos nosotros en el momento en que el comisario Bergeret descubrió el berretÃn, Huidobro y Cámpora no contaban el cuento. Los mataban ahà mismo".
El doctor EcheverrÃa era uno de los cinco jueces de instrucción criminal de Montevideo. Los turnos de cada juzgado eran semanales. Entre los lunes 10 y 17 de abril de 1972, su juzgado (el de tercer turno) estaba a cargo de toda la justicia penal en la capital uruguaya.
No se puede decir que el tema le cayó en suerte.
"El 14 de abril de 1972 fue el peor dÃa de mi carrera judicial", dice sin dudar. Hoy a los 80 años, retirado de la administración de justicia, dedica tiempo al estudio del cosmos y de la genética.
Aquella jornada, probablemente la más sangrienta del Uruguay del siglo XX, habÃa amanecido bajo una garúa. EcheverrÃa prendió la radio y se enteró que un comando sedicioso habÃa asesinado al capitán de la Armada, Ernesto Motto, integrante de Inteligencia naval.
El marino fue ejecutado a las 9:10 de 12 balazos en la parada del ómnibus. Los disparos fueron realizados desde una pick-up blanca con cuatro hombres en la parte trasera. Era el último dÃa de trabajo antisubversivo para Motto. HabÃa conseguido pase como oficial un buque de guerra.
El asesinato ocurrió en plena avenida Roosevelt de Las Piedras. No caÃa en la jurisdicción de EcheverrÃa.
El juez supo poco después que la tragedia habÃa comenzado más temprano y que habÃa caÃdo dentro de su competencia. Mientras desayunaba, la primera llamada de alerta fue del comisario Campos Hermida.
"Esto viene bravo, doctor", le advirtió. A las 6:50 un Ford Maverick conducido por el subcomisario Delega, el agente Leites y otro policÃa, habÃa sido interceptado en Bulevar y Ponce por una camioneta Chevrolet verde. Delega y Leites murieron bajo el fuego de metralleta.
Suficiente para un mismo dÃa, pensó el juez. Pero no. A las 10:20, un francotirador tupamaro asesinó al ex subsecretario del Interior, profesor Armando Acosta y Lara, en el momento ue salÃa de su domicilio. Los disparos provenÃan de la parte trasera de la iglesia metodista de San José y Barrios AmorÃn, copada desde las 8 de la mañana por un comando tupamaro.
"Recuerdo un charco de sangre impresionante frente al zaguán de la casa", recuerda el juez, que hizo acto de presencia en el lugar junto al comisario Campos Hermida. Acosta y Lara cayó fulminado en el acto.
El juez volvió a su despacho. Otra llamada del comisario Campos Hermida lo llevó de recorrida. A las tres de la tarde se enteró que los enfrentamientos habÃan continuado. Cada agresión respondÃa a la anterior.
A las 12:30, vecinos de la calle Francisco Plá denunciaron la sospechosa presencia de una camioneta. Hacia allà transitaba el subcomisario Juan J. Reyes en un Ford Maverick. Pero la emboscada salió mal.
La providencial llegada de dos vehÃculos blindados (las famosas "chanchitas" verdes) desató un violento tiroteo en el que murieron dos tupamaros. El subcomisario Reyes resultó gravemente herido.
Buscando revancha, un equipo de Inteligencia comandado por el inspector VÃctor Castiglioni irrumpió en un cantón tupamaro de la calle Pérez Gomar 4392. El dueño de casa fue capturado. Murieron su hijo de 18 años, el jefe tupamaro Jorge Candán Grajales y dos militantes más.
El juez EcheverrÃa todavÃa no puede creer la cantidad de diligencias que debió desarrollar esa jornada. Para terminar aquella agenda de terror, ya entrada la noche, tuvo que actuar ante un operativo de la seccional 5° de PolicÃa. La denuncia provenÃa de la sede del Partido Comunista, en Fernández Crespo y Uruguay. HabÃan disparado al local desde un patrullero.
"El lugar era aterrador. Un montón de gente tirada boca abajo. Los policÃas rodéandolos con las metralletas. Ordené el desalojo y la libertad de los detenidos", recuerda el magistrado.
A pocas cuadras del lugar, el Parlamento votaba el estado de guerra interno y la supresión de las garantÃas individuales. La votación parlamentaria resultó afirmativa. A partir del 15 de abril de 1972, los hechos de sedición pasaron a la órbita de la justicia militar. Por puro formalismo, Cámpora y Huidobro fueron los últimos sediciosos procesados por la justicia civil.
Aquella horrible madrugada, el senador frenteamplista Enrique Erro leyó un informe enviado por los tupamaros que intentaba explicar las ejecuciones. Un grupo de la ultraderechista Juventud Unida de Pie (JUP) se enfrentó en la barra legislativa con obreros de Alpargatas y estudiantes de la Facultad de QuÃmica.
Algunos cabos sueltos de aquel dÃa todavÃa están en la mira, entre otros la muerte del matrimonio Martirena-Giménez que nunca habÃa sido investigada.
El expediente fue archivado por la Ley de Caducidad. Pero la Suprema Corte de Justicia recibió en 2003 un escrito con la firma de 200 personas solicitando la reapertura del caso. Entre los solicitantes figuran Ana y Laura Martirena, hijas del matrimonio asesinado. La petición fue aceptada y hoy está bajo la competencia del juez penal de 10° turno, Rolando Vomero.
Fueron indagados Huidobro, Cámpora y el actual general Carlos Calcagno, cuya actuación en dictadura es objeto de otras investigaciones judiciales.
También declaró un funcionario policial que ese dÃa vio una escena atroz: mientras un soldado robaba comida de la cocina, el inspector Castiglioni tenÃa el pie sobre el rostro de Ivette Giménez, le puso el revólver en la boca y disparó.
El juez EcheverrÃa dice no haber visto a Castiglioni en la escena del crimen, pero él y su actuario llegaron una hora y media después del ataque.
Muy lejos de la causa, el ex magistrado todavÃa se pregunta cosas: "si no agarraban en la calle Amazonas a Huidobro y a Cámpora, ¿cómo hubieran justificado las Fuerzas Conjuntas el asesinato de los Martirena?".
Es una pregunta que se hace hoy la Justicia uruguaya. Castiglioni, Campos Hermida y muchos otros están muertos. Y ya se sabe: los muertos no declaran.
"Escribió Sanguinetti, en la primera de sus crónicas sobre el allanamiento de la calle Amazonas,
...en Malvin, donde son muertos —al resistirse al allanamiento— el escribano Luis Martirena y su mujer, tesoreros del movimiento sedicioso…’
"Asà no sucedieron las cosas, y Sanguinetti lo sabe. La que sigue es la verdad, terrible verdad de la cual es cómplice el ex ministro devenido en periodista.
"El 14 de abril de 1972, integrantes del Departamento 5 de la Jefatura de PolicÃa, llamaron a la casa de la familia Martirena. Los atendió Ivette Giménez de Martirena, quien les expresó que allà nada escondÃan, invitándolos a entrar. Algunos pasaron por el garaje y, en la sala de estar, colocaron a Ivette de cara a una pared, matándola de un tiro en la nuca. De inmediato empezaron a disparar, tanto los que estaban dentro como los que quedaron afuera. Luis, desde un balcón, agitó un pañuelo blanco. Pese a ello fue herido de bala, arrastrándose llegó hasta una escalera, donde fue rematado por los policÃas.
"Las otras dos personas que estaban en la casa, lograron permanecer ocultas hasta la llegada del juez. La hija mayor del matrimonio habÃa partido una hora antes hacia el Liceo, pero tan sólo unos minutos antes la menor se habÃa alejado hacia su escuela. Ambas niñas, también providencialmente, salvaron sus vidas.
"No hubo resistencia alguna, no podÃa haberla. ¡En toda la vivienda no tenÃan una sola arma de fuego!
Abel Alexis Latendorf 30 de julio de 1976
El 14 de abril de 1993, LA REPULBICA publicó una entrevista con el ex agente de inteligencia policial, Winston Silva Cordero, quien narró su participación 31 años antes en el asalto a la casa de la calle Amazonas de MalvÃn, donde funcionaba el secretariado del MLN.
Silva Cordero dijo: "El inspector Castiglioni metió el caño de su arma en la boca de Ivette Martirena y la ejecutó". La denuncia de LA REPUBLICA en abril de 1993 contra Castiglioni. El 14 de abril de 1993, LA REPULBICA publicó una entrevista con el ex agente de inteligencia policial, Winston Silva Cordero, quien narró su participación 31 años antes en el asalto a la casa de la calle Amazonas de MalvÃn, donde funcionaba el secretariado del MLN. Silva Cordero dijo: "El inspector Castiglioni metió el caño de su arma en la boca de Ivette Martirena y la ejecutó". El ex agente agregó que el entonces jefe de inteligencia policial, VÃctor Castiglioni, "le colocó un arma en la mano, después de muerta y a su marido una metralleta Pam, después de muerto". "Cuando tomamos la casa por asalto --narró Silva Cordero-- encontramos a la señora de Martirena, que corrÃa histérica de un lado para otro, con las manos en alto; en la casa no habÃa ningún tipo de arma, pero nosotros efectuamos cientos de disparos".
Campitos soy yo!
También participó en los procedimientos del 14 de abril de 1972, especialmente el que culminó con la detención de Eleuterio Fernández Huidobro y la muerte, entre otros, del matrimonio Martirena en una casa de la calle Amazonas, en el barrio montevideano de MalvÃn.
En esa oportunidad, Fernández Huidobro, herido de bala, solicitó la presencia de Campos Hermida para rendirse a las fuerzas policiales.
Consultado por LA REPUBLICA sobre las razones de tal petición (el ex inspector de la PolicÃa contaba la anécdota como demostración de que nunca cometió ningún tipo de atropello a los derechos humanos, pues de lo contrario --sostenÃa-- nunca un jefe del MLN hubiera pedido su presencia para entregarse), el senador dijo que lo hizo no por el hombre sino por el cargo. "La única posibilidad de que no me mataran era entregarme a quien estaba al mando del operativo. En todo caso si lo hacÃan que lo hiciera el jerarca. Era costumbre en esas acciones que los 'milicos" dispararan sin contemplaciones, para luego saquear las casas o al muerto. En realidad creo que la vida me la salvó el juez Daniel EtcheverrÃa, que ya estaba en el lugar, lo mismo que el médico forense", precisó Fernández Huidobro.
El dirigente del MLN agregó que Campos Hermida fue responsable de la muerte del matrimonio Martirena.
http://www.midiaindependente.org/en/blue/2003/10/265327.shtml
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