Un homenaje
Chávez: Un Gigante bajo la Luna
Por Eva Golinger
05/03/2014
Un año ha pasado desde la desaparición física de nuestro amigo Hugo
Chávez y aún es imposible aceptarlo. Su voz era un constante en la
Venezuela revolucionaria, sus lecturas y enseñanzas una escuela en
desarrollo permanente. Hombre humilde de alma noble, Chávez tenía la
valentía de guerreros y el pulso de patria en su corazón. Desafiaba a
los más poderosos e imponentes intereses, sin guindarse. Nunca le
temblaba la mano, jamás se arrodillaba, estaba siempre firme con
serenidad y convicción para enfrentar grandes amenazas. Su valor era
inmenso, un soldado del pueblo, un guerrero de paz, un gigante de
siglos. Conocerlo fue un privilegio, un tesoro sin precio.
Chávez impactó al mundo, dejando su huella en luchas y sueños por la justicia social desde el norte hasta el sur. Su legado es transcontinental, sin fronteras. Chávez se traduce a todos idiomas como el símbolo de la dignidad.
Tuve la fortuna de acompañarlo en varios de sus giras internacionales. Pude presenciar la multitudinaria recepción de apoyo y alegría que recibía en casi todos los continentes. Su mera presencia inspiraba a millones. El representaba los sueños de tantas luchas, tantos compromisos a la humanidad, y comprobó, contundentemente, que otro mundo sí era posible.
De todas partes del planeta, corría gente para verlo de cerca. Solo esperaban escuchar a sus palabras llenas de esperanza, sencillas y a la vez llenas de una íntima profundidad. Chávez respiraba amor, y aunque millones lo recibían con brazos abiertos, siempre habían peligrosas amenazas en su contra. Los más poderosos intereses le temían. Era impredecible, siempre un paso por delante. Washington lo llamaba un sabio competidor, y viniendo del gobierno estadounidense, eso era no solamente un cumplido, sino demostraba lo grande que era Chávez. Ni el imperio lo podía controlar.
En mayo de 2006 me encontraba de gira en Europa con el lanzamiento de las ediciones en alemán e italiano de mi primer libro, El Código Chávez. Cuando ya había recorrido gran parte de Alemania, por suerte coincidí con la gira del Presidente Chávez en el marco de la cumbre América Latina-Unión Europea en Viena, Austria.
Llegué al hotel donde se encontraba la delegación presidencial que apenas horas antes había arribado a la tierra vienesa. Luego de saludar a caras conocidas en el lobby, mis compatriotas, me fui a la habitación a descansar. Una hora después, bajé para ver la movida y para saber cual era la agenda del Presidente. Al llegar al lobby, el simpático muchacho de protocolo presidencial se me acercó y me dijo que ya íbamos saliendo. Me pidió acompañarlos en la caravana. No había visto aún al Presidente, pero supuse que íbamos adelante a alguna actividad, y me monté en el carro con la delegación. Me acuerdo que estaban muchas caras conocidas, amigos de lucha: Nicolás, Barreto, Giordani, Navarro.
Nos llevaron a un sitio en el centro de Viena. Al llegar pude presenciar una cantidad enorme de gente, principalmente jóvenes, que estaban dentro y fuera del local. ¿Que sitio es esto?, pregunté al amigo de protocolo. Es un centro cultural muy popular aquí. Se llama la Arena, me respondió.
Bajamos del carro y vimos a miles de personas acercándose al lugar. Había un evento esa noche con nada más y nada menos que el Comandante Presidente Hugo Chávez, líder de la Revolución Bolivariana. Un rato después, cuando ya habíamos entrado para presenciar la impresionante cantidad de personas que se encontraba en el lugar, me acercaron para avisarme que yo estaba pautada para hablar en el evento de esa noche, allí, frente a la muchedumbre europea. Que honor, pensaba, participar en Viena en un acto de masas con el Presidente.
Chávez impactó al mundo, dejando su huella en luchas y sueños por la justicia social desde el norte hasta el sur. Su legado es transcontinental, sin fronteras. Chávez se traduce a todos idiomas como el símbolo de la dignidad.
Tuve la fortuna de acompañarlo en varios de sus giras internacionales. Pude presenciar la multitudinaria recepción de apoyo y alegría que recibía en casi todos los continentes. Su mera presencia inspiraba a millones. El representaba los sueños de tantas luchas, tantos compromisos a la humanidad, y comprobó, contundentemente, que otro mundo sí era posible.
De todas partes del planeta, corría gente para verlo de cerca. Solo esperaban escuchar a sus palabras llenas de esperanza, sencillas y a la vez llenas de una íntima profundidad. Chávez respiraba amor, y aunque millones lo recibían con brazos abiertos, siempre habían peligrosas amenazas en su contra. Los más poderosos intereses le temían. Era impredecible, siempre un paso por delante. Washington lo llamaba un sabio competidor, y viniendo del gobierno estadounidense, eso era no solamente un cumplido, sino demostraba lo grande que era Chávez. Ni el imperio lo podía controlar.
En mayo de 2006 me encontraba de gira en Europa con el lanzamiento de las ediciones en alemán e italiano de mi primer libro, El Código Chávez. Cuando ya había recorrido gran parte de Alemania, por suerte coincidí con la gira del Presidente Chávez en el marco de la cumbre América Latina-Unión Europea en Viena, Austria.
Llegué al hotel donde se encontraba la delegación presidencial que apenas horas antes había arribado a la tierra vienesa. Luego de saludar a caras conocidas en el lobby, mis compatriotas, me fui a la habitación a descansar. Una hora después, bajé para ver la movida y para saber cual era la agenda del Presidente. Al llegar al lobby, el simpático muchacho de protocolo presidencial se me acercó y me dijo que ya íbamos saliendo. Me pidió acompañarlos en la caravana. No había visto aún al Presidente, pero supuse que íbamos adelante a alguna actividad, y me monté en el carro con la delegación. Me acuerdo que estaban muchas caras conocidas, amigos de lucha: Nicolás, Barreto, Giordani, Navarro.
Nos llevaron a un sitio en el centro de Viena. Al llegar pude presenciar una cantidad enorme de gente, principalmente jóvenes, que estaban dentro y fuera del local. ¿Que sitio es esto?, pregunté al amigo de protocolo. Es un centro cultural muy popular aquí. Se llama la Arena, me respondió.
Bajamos del carro y vimos a miles de personas acercándose al lugar. Había un evento esa noche con nada más y nada menos que el Comandante Presidente Hugo Chávez, líder de la Revolución Bolivariana. Un rato después, cuando ya habíamos entrado para presenciar la impresionante cantidad de personas que se encontraba en el lugar, me acercaron para avisarme que yo estaba pautada para hablar en el evento de esa noche, allí, frente a la muchedumbre europea. Que honor, pensaba, participar en Viena en un acto de masas con el Presidente.
Pasaba el tiempo, y el Presidente no llegaba. La gente se ponía ansiosa esperando la puntualidad en Austria era bastante estricta y no estaban acostumbrados a esperar mucha más allá de la hora prevista. Un rato después, me acercó la gente de protocolo pidiendo que subiera a la tarima junto a los otros de la delegación. Teníamos que hacer algo, me decían, la gente estaba esperando demasiado tiempo para dejarlos así en limbo. Fui a conversar con los amigos de la delegación sobre lo que deberíamos hacer. El Presidente no viene, me dijeron. ¿Y ahora que vamos a hacer?, pregunté. No podemos salir allí nosotros cuando están esperando a Chávez.
Ya habían pasado como dos horas del momento previsto para el comienzo del evento y el público estaba muy ansioso. Fuimos a hablar con los organizadores, un grupo muy simpático de activistas europeos solidarios. Les contamos sobre la posibilidad de que no viniera el Presidente. El estaba cansado, descansando ya en el hotel, preparándose para la cumbre de jefes de estado de América Latina y Europa del día siguiente.
La noticia cayó como una piedra. No era posible, nos decían. Jamás en la historia tantas personas habían venido a una plaza pública para escuchar a un jefe de estado, sea de donde sea. Teníamos que comprender la importancia histórica del momento.
Entendimos bien que nosotros bajo ninguna circunstancia podríamos reemplazar al Presidente Chávez ante ese público. Era Chávez o nada, o más bien, tenía que ser Chávez y punto. Capturamos imágenes del evento y la cantidad de personas presentes, y las enviamos con la Guardia Presidencia y los edecanes del Presidente, rogando por favor que viera la importancia del evento para que se viniera.
Pasaron dos horas más y ya eran horas de la noche, pero nadie se había ido del lugar. Más bien, la gente seguía llegando. Se mantenían alertas cantando Uh Ah, Chávez no se va en español y en alemán, Chávez geht nicht.
Luego de cuatro horas bajo la bella luna de Viena, todos ansiosos por la
llegada del Comandante del siglo XXI, hubo movimiento. Chávez había
visto las imágenes, y entendía la magnitud del momento y la importancia
de reunirse con la juventud europea. En todo su cansancio y trasnocho
del viaje, allí apareció, radiante y sonriente al ver a la muchedumbre
juvenil.
La llegada del Presidente fue recibida con un aplauso impresionante del
público acerca de las diez de la noche. La luz brillante de la luna
reflejaba el asombro y la intensidad de las miradas de los muchachos y
las muchachas. Todos estaban completamente atentos y pendientes del
discurso del líder venezolano. Y al Presidente Chávez le inspiró la
atención y la dedicación de los jóvenes vienés, y en las afueras de la
Arena lanzó una clase magistral sobre la construcción de un movimiento
revolucionario internacional. Dirigiéndose a ésa juventud europea, habló
sobre El Triángulo de la Victoria, compuesto por tres factores
principales: objetivos políticos, estrategia y poder; y fundamentados en
la consciencia, la voluntad y la organización. Se quedaron todos
durante las dos horas que habló el Presidente, escuchando con mucho
cuidado los detalles del proyecto revolucionario internacional,
mostrando su apoyo y aprobación en aplausos, gritos y sonrisas. A
nosotros nos acusan de querer construir una bomba atómica, contó Chávez a
los jóvenes. Pero nosotros no nos interesa tener bombas atómicas. Las
bombas atómicas se las regalamos al imperio. A nosotros no nos hace
falta un arsenal de bombas para salvar al mundo. ¡Nosotros somos las
bombas atómicas! Y sobre todo ustedes muchachos y muchachas del mundo,
ustedes son las bombas atómicaslas bombas de amor, de la pasión, de las
ideas, de la fuerza, de la organización.
Sesenta y cuatro medios de comunicación europeas cubrieron ése evento
histórico en Viena. El Ché Guevara del siglo XXI, lo llamaron, todos
fascinados con lo que sucedió ésa noche en Viena bajo la luna llena.
Nunca un jefe de estado había salido a las calles a hablar con las
masas. Nunca se habían reunido miles de personas de manera espontánea al
aire libre en Viena para escuchar un discurso de un mandatario, menos
de América Latina. Chávez trajo el amor y la sinceridad venezolana a
Austria y el pueblo de Viena lo recibió con los brazos abiertos.
Muchachos, ustedes van a salvar al mundo. Sepan que no están solos aquí.
Sepan que los jóvenes del mundo, que hablan otros idiomas, que están
bañados de otros colores, tienen la misma llama que ustedes...En América
Latina, en África, en Asia....Despierta la juventud del mundo,
despiertan los trabajadores del mundo, despiertan las mujeres del mundo,
despiertan los estudiantes del mundo. Vamos unidos por lo caminos de la
revolución.
Al terminar su discurso, Chávez miró a la gloriosa luna llena que
alumbraba el evento. Ah..., exclamó. Con esa luna llena, tan linda,
provoca agarrar una guitarra e ir con todos ustedes jóvenes al río
Danubio para cantar una bella noche hasta el amanecer. El brillo en sus
ojos develaba su sinceridad. Fue un momento especial, de esos que solo
ocurren una vez en la vida. Parecía un encuentro íntimo, entre amigos,
aunque la mayoría de las miles de personas allí no nos conocíamos. Sin
embargo, todos compartíamos un amor por la justicia, y un sueño por un
mundo mejor. Chávez era un hermano más en la lucha por ese sueño.
Años después, el impacto mundial de Chávez lo convirtió en el enemigo
número uno de Washington y sus poderosos aliados. Alguien de su
humildad, sinceridad, valentía y convicción no era común, y menos cuando
era el líder del país con las más grandes reservas petroleras del
mundo, y además, alzaba en alto la bandera de justicia social. Las
amenazas contra Chávez eran constantes, los atentados contra su vida
jamás cesaban. Hubo una sistemática agresión contra su gobierno desde
los más poderosos intereses del mundo, apoyados por sus agentes dentro
de Venezuela. Daban con todo contra Chávez. Alguien de su estatura, de
su influencia, firmeza y dignidad, y con esa inmensa capacidad de amor,
representaba un gran peligro para la agenda imperial. Hicieron lo que
pudieron para neutralizarlo.
Tal vez nunca sabremos si su desaparición física fue provocada o no,
aunque existen bastantes evidencias y pistas para investigarlo. Lo que
sí sabemos es que su salida mortal no fue su despedida. Hombres como
Chávez no se pueden desaparecer, aunque muchos les gustarían que fuera
así. El legado de Chávez hoy vive y crece más allá de la Revolución
Bolivariana y sus extraordinarios logros. Su voz está presente en cada
grito por la libertad, su mirada se ve en los valientes jóvenes que
enfrentan grandes y peligrosas potencias para develar verdades. Su amor
está presente en la solidaridad y el compromiso de corazón que millones
sienten por la Venezuela revolucionaria. Su fortaleza y dignidad guían
la defensa de la patria, hoy de nuevo agredida por quienes quisieran
borrarnos de la humanidad.
Chávez jamás desparecerá. Su presencia seguirá creciendo y multiplicando
en cada nuevo soldado de la paz, en cada guerrera de la justicia.
Sonriente con corazón de oro, Chávez siempre será nuestro Gigante bajo
la luna.
Aporte de
http://www.resumenlatinoamericano.org
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