Este 27 de noviembre se cumplen 30 años del histórico acto del
Obelisco, donde todos los partidos políticos y sectores sociales
realizaron un contundente pronunciamiento democrático y marcaron el
mayor nivel de aislamiento de la dictadura.
El acto del Obelisco fue trascedente por su masividad, cerca de 500
mil personas, según estimaron agencias internacionales de noticias, pero
también por la amplitud de la convocatoria: estuvieron los principales
dirigentes del Partido Colorado, del Partido Nacional y de la Unión
Cívica, los tres partidos autorizados por la dictadura que habían
realizado elecciones internas en 1982, también el proscripto Frente
Amplio, con miles de presos, exiliados y clandestinos, también los
movimientos sociales, en especial el Plenario Intersindical de
Trabajadores (PIT), la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la
Enseñanza Pública (ASCEEP) y FUCVAM y marcó presencia, tanto en el
estrado como en la multitud, los familiares de Desaparecidos y de
asesinados por la dictadura.
La dictadura había sido derrotada en el Plebiscito de 1980 en su
intento de una reforma fascista de la Constitución. Luego había
habilitado a solo tres partidos políticos, y parcialmente, manteniendo
dirigentes y sectores proscriptos, y aún en esas circunstancias fracasó
en su intención de consolidar las tendencias pro dictadura de esos
partidos. En las internas de 1982 triunfaron tanto en el Partido
Colorado como en el Partido Nacional los sectores democráticos y además
el Frente Amplio marcó presencia con el voto en blanco, convocado por
Líber Seregni desde la cárcel.
La dictadura intentó negociaciones solo con los partidos autorizados,
en el Parque Hotel, volviendo a plantear los contenidos de la derrotada
Constitución de 1980. El intento fue derrotado con lucha, el 1º de
mayo de 1983, la marcha estudiantil al Franzini de setiembre, los paros
parciales con 10 minutos de detención de tareas en cientos de fábricas,
obras y centros de trabajo, las caceroleadas masivas, abortaron este
intento y dieron rumbo y contenido a la oposición.
La represión continúo, ese mismo año de 1983 y luego del 1º de mayo,
es detenido un numeroso grupo de militantes estudiantiles
universitarios, la mayoría militantes de la UJC, que son brutalmente
torturados y presos hasta el fin de la dictadura. El Frente Amplio, y
todos sus sectores, seguían proscriptos y lo mismo la CNT y la FEUU.
Es en ese marco que se convoca el acto del Obelisco y de allí su importancia.
El acto
En el Obelisco, mirando hacia el Parque Batlle, se ubicó un
gigantesco estrado, de 20 metros de dimensión con la consigna central:
“Por un Uruguay Democrático y sin exclusiones”.
El acto de Montevideo, con casi medio millón de participantes, fue el
principal, pero no el único; 10.000 personas se movilizaron en Salto,
3.000 en Artigas, 5.000 en Melo, entre 10.000 y 12.000 en Paysandú,
10.000 en Florida y se realizaron actos multitudinarios en Fray Bentos y
Young.
Se alternaron en la conducción del acto 9 locutores y la multitud
ovacionó las canciones que se emitieron, entre ellas de Alfredo
Zitarroza y Los Olimareños, que estaban prohibidos. Hubo un calor
especial para el tema de Piero “Que se vayan ellos” y el del grupo
español Jarcha. La multitud coreó emocionada las estrofas que dicen
“Libertad, libertad, sin ira libertad, guárdate, tu miedo y tu ira,
porque hay libertad, sin ira libertad”.
Las pancartas fueron muchas. Se observaba una que decía: “Amnistía
General Irrestricta para todos los presos políticos”, firmada por las
Madres de Procesados por la Justicia Militar; otras decían: “Exiliados
al Paisito”, “Amnistía”, “Libertad de Enseñanza”, “Libertad de
Agremiación”, “Fuera yankees de América Latina”, “El Pueblo unido jamás
será vencido”.
En el estrado estuvieron presentes dirigentes de todos los partidos,
entre otros: Julio María Sanguinetti, Enrique Tarigo, Manuel Flores
Silva y hasta Ulises Pereira Reverbell, del Partido Colorado; Alberto
Zumarán, Oscar López Balestra, Gonzalo Aguirre, del Partido Nacional;
Juan Vicente Chiarino y Juan Pedro Ciganda, de la Unión Cívica; José
Pedro Cardozo, Hugo Batalla y Juan Pablo Terra, del Frente Amplio
proscripto. Especial destaque tuvieron la presencia de Lili Lerena,
esposa del general Líber Seregni, Elisa Dellepiane de Michelini, viuda
de Zelmar Michelini, Matilde Rodríguez Larreta de Gutiérrez Ruiz, viuda
de Héctor Gutiérrez Ruiz y Marta Valentini, esposa del dirigente
comunista preso José Luis Masera y ella misma ex presa política. También
destacó, entre la presencia de los jóvenes dirigentes sindicales
nucleados en el PIT, la figura de José D´Elia presidente de la ilegal
CNT.
Luego del acto unas 20 mil personas marcharon por 18 de Julio al
grito de “Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, hasta la
Plaza Libertad.
La proclama
La proclama, redactada en su versión final por Enrique Tarigo y
Gonzalo Aguirre, fue leída por el primer actor de la Comedia Nacional,
Alberto Candeau. Fue seguida con mucha emoción y ovacionada al final por
los cientos de miles de asistente.
EL POPULAR la reproduce textualmente:
“Ciudadanos: Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos
políticos, sin exclusión alguna, han invocado hoy al pueblo a celebrar
la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su
decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a
un año, el último domingo de noviembre de 1984. Lo hacen al pie del
Obelisco a los Constituyentes de 1830, autores del primer Código
Fundamental de la República, en el que los orientales ratificamos
nuestra voluntad de constituirnos en Nación libre y soberana y
consagramos la norma sesquicentenaria que instauró la noble práctica de
renovar a los representantes de la ciudadanía mediante su voto
libérrimo, en un día como el de hoy, el postrer domingo del mes que ya
fenece. Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia,
tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la
ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo
de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador
de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra. Y el pueblo ha
dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica,
jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo que
conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque es un
pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz de dar al mundo
ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e independencia, como el
de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la
imposición de los detentadores del poder. Prometeo fue grande porque
supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque
supo decir que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en
la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos
sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición
democrática y republicana de la patria. Ese mismo pueblo que dijo NO
tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica
inolvidable. Sí a los partidos silenciados durante una década y a los
políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que
demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance
funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28
de noviembre de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí
porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad y porque no
ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su “autoridad emana
de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana” y que su primer
deber es poder deciros, un día ya no lejano, que “vosotros estáis en el
pleno goce de vuestros derechos” y “ved ahí todo el fruto de mis ansias y
desvelos, y ved ahí también todo el premio de mi afán”. El país se
apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que todos los
partidos reclaman y que se precisaron en la declaración conjunta de los
partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre, a iniciar nuevas
conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas a regular el tránsito
de la actual situación de facto al gobierno de Derecho a instalarse el
1º de marzo de 1985. Los partidos políticos ratifican así su fe en el
diálogo como el mejor método para restaurar las instituciones
democráticas en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo
político estará enmarcado, de su parte y al igual que en oportunidad
anterior, por la defensa irrenunciable de los principios liberales y
democráticos que configuran la esencia de la Constitución uruguaya desde
la de 1830 hasta la de 1967, la cual, además, ninguno de ellos
considera necesario reformar en las actuales circunstancias. Ciudadanos:
no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición de militantes de
determinada colectividad política, autorizada o excluida, que no la
negamos y que ostentamos con legítimo orgullo, cada uno según sus
honradas convicciones. Hemos venido en nuestra común calidad de
uruguayos y de patriotas, herederos de un legado de libertad, de paz, de
justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por
la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la
violencia. Dirigentes, afiliados y simpatizantes de todos los partidos
políticos, de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero
que habrán de serlo, desde que no se concibe la democracia sin el
pluralismo político irrestricto, hacemos pública nuestra convicción de
que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en
adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia. No existe
discrepancia alguna, por profunda que pueda ser, que autorice a
comprometer el destino libre y democrático de la República. El gobierno
de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se
halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la
ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza
en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya
es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el
conjunto de las naciones democráticas del mundo. Por ello hemos venido a
afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable,
tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la nación su
dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a
los partidos políticos su papel insustituible, a los gobernantes la
respetabilidad que sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a
elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada
hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho a ganar el
pan con el sudor de su frente. Restituiremos así a la Patria al sendero
que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella una tierra de
libertad. De libertad y también de orden. Pero orden emanado del
estricto cumplimiento de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que
archiva la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y
garantido por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos, que
hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas, con la frente
muy alta y la conciencia tranquila. Con esta conciencia tranquila es que
exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las
proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y partidos, sabedores
de que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones
de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada
en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante
ella para el desempeño de los cargos de gobierno. La victoria está
próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia
única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la
Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún
Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza
prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado público
inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en
categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera
libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y
mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no
dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez
cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel
cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la
Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus
cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y
que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó. Victoria que nos dará, en
suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y
la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin
perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a
todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y
se repararán, en todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades
cometidas a lo largo de una década de ejercicio discrecional del Poder.
Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos la inmensa dicha del
reencuentro fraterno y de los que no están presentes, de quienes aún
padecen injustamente la amargura de la prisión o del exilio. De aquí a
un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos
atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios. El último
domingo de noviembre de 1984 un partido y sus candidatos emergerán
triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la
democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria
será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante
al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de
intolerancia, de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad
del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea
de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como
quizás no las haya conocido el país en toda su historia. Ese compromiso
también lo asumen pública y solemnemente todos los partidos Políticos,
porque es imperativo irrenunciable del patriotismo que el próximo
gobierno sea nacional, más allá de la filiación de los hombres que lo
asuman, nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que
necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa
conjunción de todos los sectores políticos y sociales, necesarios
protagonistas del rescate del país. Ciudadanos: hoy nos hemos congregado
al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es
símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por
encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido porque es con ese
espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos
conducirá a la gran victoria común que, una jornada espléndida como
ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso aquí no hemos venido a
corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni
divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la
bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales. Compatriotas,
proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el
firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún
sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡Viva la
patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!”
La respuesta
La respuesta de la dictadura, aislada política y socialmente, fue más
represión, más cárcel, más tortura y más muerte. Meses después moría en
la tortura Vladimir Roslik.
Pero dos días después acusó el impacto del acto y un desaforado
comunicado firmado por el dictador Gregorio Alvarez afirmó: “Si uno de
los postulados del acto fue la defensa de la democracia, no se puede
entender que en el estrado hayan estado presentes quienes por su
ideología han sido y son sus más recalcitrantes enemigos. Es
incomprensible que se trate de reivindicar desde el estrado y en la
proclama a los dirigentes marxistas que accionaron como grupo
subversivo, infiltraron los centros de enseñanza, subvirtieron todas las
formas de la actividad nacional e intimidaron a la población por la
violencia y el miedo. En cuanto a la proclama, es en su contenido
mentirosa e insultante•.
Tomado de: http://www.pcu.org.uy