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miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Obelisco

Este 27 de noviembre se cumplen 30 años del histórico acto del Obelisco, donde todos los partidos políticos y sectores sociales realizaron un contundente pronunciamiento democrático y marcaron el mayor nivel de aislamiento de la dictadura.

El acto del Obelisco fue trascedente por su masividad, cerca de 500 mil personas, según estimaron agencias internacionales de noticias, pero también por la amplitud de la convocatoria: estuvieron los principales dirigentes del Partido Colorado, del Partido Nacional y de la Unión Cívica, los tres partidos autorizados por la dictadura que habían realizado elecciones internas en 1982, también el proscripto Frente Amplio, con miles de presos, exiliados y clandestinos, también los movimientos sociales, en especial el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (ASCEEP) y FUCVAM y marcó presencia, tanto en el estrado como en la multitud, los familiares de Desaparecidos y de asesinados por la dictadura.

La dictadura había sido derrotada en el Plebiscito de 1980 en su intento de una reforma fascista de la Constitución. Luego había habilitado a solo tres partidos políticos, y parcialmente, manteniendo dirigentes y sectores proscriptos, y aún en esas circunstancias fracasó en su intención de consolidar las tendencias pro dictadura de esos partidos. En las internas de 1982 triunfaron tanto en el Partido Colorado como en el Partido Nacional los sectores democráticos y además el Frente Amplio marcó presencia con el voto en blanco, convocado por Líber Seregni desde la cárcel.

La dictadura intentó negociaciones solo con los partidos autorizados, en el Parque Hotel, volviendo a plantear los contenidos de la derrotada Constitución de 1980.  El intento fue derrotado con lucha, el 1º de mayo de 1983, la marcha estudiantil al Franzini de setiembre, los paros parciales con 10 minutos de detención de tareas en cientos de fábricas, obras y centros de trabajo, las caceroleadas masivas, abortaron este intento y dieron rumbo y contenido a la oposición.

La represión continúo, ese mismo año de 1983 y luego del 1º de mayo, es detenido un numeroso grupo de militantes estudiantiles universitarios, la mayoría militantes de la UJC, que son brutalmente torturados y presos hasta el fin de la dictadura.  El Frente Amplio, y todos sus sectores, seguían proscriptos y lo mismo la CNT y la FEUU.

Es en ese marco que se convoca el acto del Obelisco y de allí su importancia.

El acto

En el Obelisco, mirando hacia el Parque Batlle, se ubicó un gigantesco estrado, de 20 metros de dimensión con la consigna central: “Por un Uruguay Democrático y sin exclusiones”.

El acto de Montevideo, con casi medio millón de participantes, fue el principal, pero no el único; 10.000 personas se movilizaron en Salto, 3.000 en Artigas, 5.000 en Melo, entre 10.000 y 12.000 en Paysandú, 10.000 en Florida y se realizaron actos multitudinarios en Fray Bentos y Young.

Se alternaron en la conducción del acto 9 locutores y la multitud ovacionó las canciones que se emitieron, entre ellas de Alfredo Zitarroza y Los Olimareños, que estaban prohibidos. Hubo un calor especial para el tema de Piero “Que se vayan ellos” y el del grupo español Jarcha. La multitud coreó emocionada las estrofas que dicen “Libertad, libertad, sin ira libertad, guárdate, tu miedo y tu ira, porque hay libertad, sin ira libertad”.

Las pancartas fueron muchas. Se observaba una que decía: “Amnistía General Irrestricta para todos los presos políticos”, firmada por las Madres de Procesados por la Justicia Militar; otras decían: “Exiliados al Paisito”, “Amnistía”, “Libertad de Enseñanza”, “Libertad de Agremiación”, “Fuera yankees de América Latina”, “El Pueblo unido jamás será vencido”.

En el estrado estuvieron presentes dirigentes de todos los partidos, entre otros: Julio María Sanguinetti, Enrique Tarigo, Manuel Flores Silva y hasta Ulises Pereira Reverbell, del Partido Colorado; Alberto Zumarán, Oscar López Balestra, Gonzalo Aguirre, del Partido Nacional; Juan Vicente Chiarino y Juan Pedro Ciganda, de la Unión Cívica; José Pedro Cardozo, Hugo Batalla y Juan Pablo Terra, del Frente Amplio proscripto. Especial destaque tuvieron la presencia de Lili Lerena, esposa del general Líber Seregni, Elisa Dellepiane de Michelini, viuda de Zelmar Michelini, Matilde Rodríguez Larreta de Gutiérrez Ruiz, viuda de Héctor Gutiérrez Ruiz y Marta Valentini, esposa del dirigente comunista preso José Luis Masera y ella misma ex presa política. También destacó, entre la presencia de los jóvenes dirigentes sindicales nucleados en el PIT, la figura de José D´Elia presidente de la ilegal CNT.
Luego del acto unas 20 mil personas marcharon por 18 de Julio al grito de “Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, hasta la Plaza Libertad.

La proclama

La proclama, redactada en su versión final por Enrique Tarigo y Gonzalo Aguirre, fue leída por el primer actor de la Comedia Nacional, Alberto Candeau. Fue seguida con mucha emoción y ovacionada al final por los cientos de miles de asistente.
EL POPULAR la reproduce textualmente:

“Ciudadanos: Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos, sin exclusión alguna, han invocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984. Lo hacen al pie del Obelisco a los Constituyentes de 1830, autores del primer Código Fundamental de la República, en el que los orientales ratificamos nuestra voluntad de constituirnos en Nación libre y soberana y consagramos la norma sesquicentenaria que instauró la noble práctica de renovar a los representantes de la ciudadanía mediante su voto libérrimo, en un día como el de hoy, el postrer domingo del mes que ya fenece. Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra. Y el pueblo ha dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica, jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque es un pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la imposición de los detentadores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición democrática y republicana de la patria. Ese mismo pueblo que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Sí a los partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28 de noviembre de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad y porque no ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su “autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana” y que su primer deber es poder deciros, un día ya no lejano, que “vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos” y “ved ahí todo el fruto de mis ansias y desvelos, y ved ahí también todo el premio de mi afán”. El país se apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que todos los partidos reclaman y que se precisaron en la declaración conjunta de los partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre, a iniciar nuevas conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas a regular el tránsito de la actual situación de facto al gobierno de Derecho a instalarse el 1º de marzo de 1985. Los partidos políticos ratifican así su fe en el diálogo como el mejor método para restaurar las instituciones democráticas en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo político estará enmarcado, de su parte y al igual que en oportunidad anterior, por la defensa irrenunciable de los principios liberales y democráticos que configuran la esencia de la Constitución uruguaya desde la de 1830 hasta la de 1967, la cual, además, ninguno de ellos considera necesario reformar en las actuales circunstancias. Ciudadanos: no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición de militantes de determinada colectividad política, autorizada o excluida, que no la negamos y que ostentamos con legítimo orgullo, cada uno según sus honradas convicciones. Hemos venido en nuestra común calidad de uruguayos y de patriotas, herederos de un legado de libertad, de paz, de justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia. Dirigentes, afiliados y simpatizantes de todos los partidos políticos, de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero que habrán de serlo, desde que no se concibe la democracia sin el pluralismo político irrestricto, hacemos pública nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia. No existe discrepancia alguna, por profunda que pueda ser, que autorice a comprometer el destino libre y democrático de la República. El gobierno de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el conjunto de las naciones democráticas del mundo. Por ello hemos venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la nación su dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a los partidos políticos su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho a ganar el pan con el sudor de su frente. Restituiremos así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella una tierra de libertad. De libertad y también de orden. Pero orden emanado del estricto cumplimiento de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que archiva la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y garantido por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos, que hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas, con la frente muy alta y la conciencia tranquila. Con esta conciencia tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y partidos, sabedores de que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante ella para el desempeño de los cargos de gobierno. La victoria está próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado público inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó. Victoria que nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo largo de una década de ejercicio discrecional del Poder. Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos la inmensa dicha del reencuentro fraterno y de los que no están presentes, de quienes aún padecen injustamente la amargura de la prisión o del exilio. De aquí a un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios. El último domingo de noviembre de 1984 un partido y sus candidatos emergerán triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia, de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como quizás no las haya conocido el país en toda su historia. Ese compromiso también lo asumen pública y solemnemente todos los partidos Políticos, porque es imperativo irrenunciable del patriotismo que el próximo gobierno sea nacional, más allá de la filiación de los hombres que lo asuman, nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa conjunción de todos los sectores políticos y sociales, necesarios protagonistas del rescate del país. Ciudadanos: hoy nos hemos congregado al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido porque es con ese espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a la gran victoria común que, una jornada espléndida como ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales. Compatriotas, proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!”

La respuesta

La respuesta de la dictadura, aislada política y socialmente, fue más represión, más cárcel, más tortura y más muerte. Meses después moría en la tortura Vladimir Roslik.

Pero dos días después acusó el impacto del acto y un desaforado comunicado firmado por el dictador Gregorio Alvarez afirmó: “Si uno de los postulados del acto fue la defensa de la democracia, no se puede entender que en el estrado hayan estado presentes quienes por su ideología han sido y son sus más recalcitrantes enemigos. Es incomprensible que se trate de reivindicar desde el estrado y en la proclama a los dirigentes marxistas que accionaron como grupo subversivo, infiltraron los centros de enseñanza, subvirtieron todas las formas de la actividad nacional e intimidaron a la población por la violencia y el miedo. En cuanto a la proclama, es en su contenido mentirosa e insultante•.



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